(Segunda parte)

La política agraria en Canarias no solo está totalmente alejada de nuestro campo, pero además es diametralmente opuesta a la del resto de la UE. Gran parte de nuestros agricultores no perciben ayudas, que representan el 30% de los ingresos rurales en el resto de Europa. El presupuesto de la UE para el sector primario es de unos 35.000 millones de € entre 2015 y 2020, dedicando más de 8.000 millones para el desarrollo rural.

Nuestros agricultores no solo sufren este agravio comparativo, sino que además no hay intención política de corregir esta desigualdad, aunque si se anima la importación de excedentes agrarios. Si se suman estos factores a la difícil geografía insular o una comercialización concentrada en pocas manos, es imposible la viabilidad económica de nuestro campo y las nuevas incorporaciones al campo.

Apoyar a nuestro campo es reforzar el tejido social de nuestros pueblos: las cooperativas han de jugar un papel fundamental. La legislación debe ser clara, sencilla y transparente: Menos burocracia de boletín y más adaptación a la realidad, con normas fácilmente interpretables y de ágil modificación cuando sea necesario.

Pero cualquier tipo de ayuda debe ser gestionada para evitar pícaros y holgazanes. Las nuevas tecnologías permiten un seguimiento eficiente: fotografía aérea de las explotaciones, número de trabajadores registrados o volumen de mercancía producido y transportado. Las ayudas deben ser para los productores, sin trampa ni cartón, los actuales controles tienen demasiados huecos.

En el caso de las hortalizas, es necesario producir un mínimo de 200 toneladas anuales para acceder a ayudas, límite demasiado alto en Canarias. Si hablásemos de papas, se requieren más de 10 hectáreas, superficie impensable en Canarias para un único productor.

En el caso de las OPFH se establece un mínimo de 15 productores y de 500.000€ de facturación, o bien 5 productores con 1.000.000€ facturados anualmente. Estos límites son adecuados, siempre y cuando no fuesen agencias de aduanas, de ficticia producción, las que solicitaran estas ayudas.

Las cooperativas son fundamentales, pero necesitan profesionalidad y solvencia en la gestión para competir en un mundo de multinacionales; más si se quieren acercar productores y consumidores como propone Fernando Clavijo, implicando a los hoteleros en el consumo de productos locales.

Tenemos que conseguir no solo asegurar unos ingresos mínimos a nuestros campesinos, sino sobre todo dignificar la producción local; es la única forma de dar a nuestro campo un futuro de actividad económica y laboral y de estabilidad social. Aumentando la cuota de productos locales no solo conseguiremos ser más independientes de los vaivenes exteriores, sino que crearemos empleo mejorando a la vez el paisaje y la naturaleza de las islas.

Está en nuestras manos crear condiciones para que más del 57% de las tierras labradas en Canarias obtengas las merecidas ayudas comunitarias. Hagamos un esfuerzo para que nuestra sociedad incorpore a nuestros campesinos a la política agraria de la U.E

Wladimiro Rodríguez es Doctor en Geografía