No me interesan los negacionistas, sino la mayoría durmiente. Por mucho ruido que haga el negacionismo analfabeto, me parece mucho más escandaloso el silencio de quienes duermen.
El planeta se abrasa. El verano ya le ha quitado el mes de junio a la primavera y el de octubre al otoño. Pronto le quitará el mes de mayo. No sólo dura más sino que es más caliente cada vez. Aumentan las olas de calor allí donde las había y aparecen donde no las conocían. Se queman los bosques del mundo entero, se derriten los glaciares que aún existen. Avanza el desierto. Superficies enormes se vuelven impracticables para la agricultura o la ganadería. Crece el hambre y aumentarán las migraciones hasta un volumen nunca visto. Pero la población duerme.
Los océanos hierven. Se derriten los polos, pero el aumento más importante de su volumen ocurrirá por dilatación de las aguas ante su calentamiento. No quedará una playa y lo tendrán muy difícil las ciudades costeras. A la subida del nivel del mar se sumará el aumento de frecuencia e intensidad de todo tipo de tormentas. Aún no se sabe bien qué catástrofes provocará el cambio de las corrientes marinas ¿Malaria en Suecia? ¿Una nueva pandemia cada dos años?
La Tierra no da más de sí. La hemos llevado al límite y a partir de aquí todo irá peor. Uno es de actitud optimista, pero razona que ya no tiene remedio. En cuestión de calentamiento, desertificación, incendios, inundación de costas, falta de alimentos y agua potable, tormentas increíbles, y migración de naciones enteras, sólo estamos viendo el principio, pero no necesitaremos más de 10 años para quedarnos mudos de asombro ante la que se nos viene.
Necesitamos despertar. Ya no podemos impedir el calentamiento que hemos provocado, pero sí es posible aún tomar medidas para que no llegue a ser tan brutal que extinga a la humanidad y un millón de especies con ella. Ya no podemos evitar vivir décadas que serán muy duras, pero aún podemos soñar con que los nietos de nuestros nietos vean recuperarse el planeta.
¿Qué hacer? Despertar. Impedir las guerras por el pan y el agua. O repartimos la comida, o nos repartirán piedras. No reactivar el consumo de carbón como está haciendo Europa. Decrecer la economía y vivir todos con menos es muy difícil pero la ciencia hoy, con los datos que tiene, sabe que todo lo que no sea decrecer nos llevará al desastre.
Una nota para quienes vivimos en Canarias: hay que echar abajo todo proyecto de crecimiento de construcciones e infraestructuras que no sean sociales, sanitarias y educativas. Tenemos que oponernos, manifestarnos, organizarnos en asociaciones y plataformas. Tenemos que protestar. La última majadería en Tenerife es la de gastarse 50 millones de dinero público en un circuito del motor. Destruir terreno en una isla que hoy no lo tiene y que mañana tendrá menos, aparte de la destrucción arqueológica y del despilfarro en una actividad ruinosa y sin futuro, invertir en un entretenimiento que quema petróleo dando vueltas a la redonda es como encender un fósforo en una gasolinera. Háblales tú a estos de calentamiento.
 
Antonio Cabrera de León