Gracias a mi ascendencia tengo tierras en la isla. Provengo de la estirpe del grande.

Tras la llegada de los otros, los de la cruz y la espada, y varias lunas después (en septiembre de 1507 según su calendario) he tenido que vender a Juan Martín, portugués, ocho fanegadas de tierra de regadío, en el valle de Tegueste, por 10.000 maravedís.

Con ese dinero he podido liberar a María de Güímar, natural de Tenerife, guanche, de 20 años de edad, que servía al bachiller Alonso de las Casas. Ellos, los otros, la llamaban “la blanca” por la finura de sus rasgos. Para nosotros es y será Maday. Ya está con su auchón, ya está con los nuestros.

Las cosas han cambiado… pero no tanto como ellos, los otros, quisieran.

Nuestra gente sigue cambiando semillas con los de otros barrancos y con los de la cumbre, los alzados… y unas cuántas lunas después ellos nos devuelven la semilla que le dimos y el fruto… o nos traen otra variedad de semillas.

Por eso todos, sin excepción, sin el agua no somos nada…

No importa ganar o no ganar, sino conseguir lo que hace falta, cubrir las necesidades.

El dinero tampoco nos hace falta porque no tenemos para comprar… lo importante es tener la comida asegurada, el sustento de la familia y ser solidarios con nuestra gente.

Por eso todos los nuestros, sin excepción, seguimos subiendo a las montañas y haciendo ofrendas en señal de adoración a Magec, el que todo lo sustenta.

Nuestra memoria sigue viva como la luz de Magec que nos ilumina y guía.

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(En el libro “Protocolo del escribano Juan Ruiz de Berlanga, La Laguna 1507-1508” (IEC, 1974), se recoge información muy valiosa para entender cómo pudo ser la vida de los guanches tras la conquista. Hernando Tacoronte es uno de los tantos indígenas cuyas operaciones económicas quedaron recogidas en los protocolos de la época)

José Farrujia